César Litvin no habló en abstracto. Habló como quien conoce el sistema desde adentro y lo ha visto funcionar con dientes. Durante su intervención en el Segundo Simposio del Mercado de Capitales por organizado por el IAEF, el tributarista expuso con crudeza las debilidades del nuevo régimen para la exteriorización de dólares en negro. Y lo dijo sin vueltas: "Sin la segunda etapa legal, esto no es un blanqueo, es una emboscada".
Según Litvin, lo que el Gobierno presentó hasta ahora no brinda protección real al contribuyente que quiera usar sus “dólares colchón”. No hay reforma del régimen penal cambiario ni tributario, lo que deja abiertas las puertas a la persecución judicial. “Usar los billetes sin declarar puede ser tomado como evasión o incluso delito cambiario. Y la pena puede llegar hasta diez veces el monto de la operación”, advirtió.
Dólares sin papelito, delito sin defensa
Litvin recordó que el monto punible de evasión en Argentina sigue congelado en $1.500.000… ¡desde 2018! “Con la inflación actual, ya no está licuado, está derretido”, ironizó. Eso implica que cualquier movimiento de dinero negro puede convertirse en delito tributario automáticamente. “¿Qué inmunidad me dan si uso dólares que no declaré, sin un régimen claro que me proteja?”, preguntó de forma retórica. Y respondió: ninguna.
Advirtió que lo anunciado no da garantías ni frente a la UIF ni frente a ARCA. “Puede que el banco no informe depósitos menores a $50 millones, pero si el oficial de cumplimiento no entiende cómo hiciste la tela, igual te denuncia”, dijo, usando una metáfora inquietante: “quien no puede explicar cómo tejió la tela, es sospechoso”.
¿Confianza o ingenuidad?
Según el tributarista, el nuevo régimen apela a un “voto de confianza” al contribuyente. Y lo explicó con una imagen contundente: "venimos de una historia en la que el fisco era un sabueso, un tanque, o una lupa que vigilaba cada movimiento. Ahora, dicen que quieren empezar por la confianza. ¿Ingenuo? Tal vez. Pero también disruptivo".
Aun así, Litvin insiste: el esquema es incompleto. “Si esto no es un blanqueo, ¿cómo me van a proteger legalmente? ¿Cómo garantizan que una provincia no venga después a cobrar ingresos brutos sobre esos dólares?”, planteó. Y recordó el caso de contribuyentes que se mudaron a Uruguay por “cariño fiscal” tras sentirse traicionados por el blanqueo de Macri.
Sin seguridad jurídica, no hay incentivo
Litvin recordó que, entre los blanqueos de Macri y el del año pasado, se exteriorizaron más de US$ 160.000 millones. Sin embargo, aún quedan, según estimaciones, unos US$ 275.000 millones “en el colchón”. ¿Por qué no entraron? Falta de confianza, aseguró. “Hoy hay menos radares, más intimidad, menos cruce de datos. Eso puede jugar a favor. Pero mientras no haya inmunidad legal, el canuto no se toca”, sentenció.
Además, advirtió que muchas provincias no adhirieron a regímenes anteriores. “Si ahora no se alinean con Nación, podrían seguir persiguiendo a los contribuyentes con sus propios impuestos. Por eso ARCA convocó a las provincias a un nuevo convenio de intercambio de información: para evitar que ‘molesten’ a quienes exterioricen capitales”, detalló.
Stock vs. flujo, confianza vs. castigo
Litvin también explicó una distinción clave: el régimen debe separar claramente el stock de dólares no declarados (el canuto) de los flujos futuros. Si alguien blanquea sus ahorros, pero no declara sus ingresos actuales, el problema no desaparece. Por eso, insistió: “el régimen tiene que ser claro, integral y con respaldo legal. Sin eso, todo puede volver a ser una trampa”.
Finalmente, remarcó que los verdaderos incentivos fiscales aún no llegaron. Habló de la reducción de bienes personales, la eliminación del impuesto país, alivios para autónomos y pymes, y recortes en derechos de exportación e importación. Pero advirtió que, sin una reforma tributaria integral, la presión fiscal en Argentina sigue siendo asfixiante.
Conclusión: si el gobierno quiere que los dólares del colchón entren al sistema, primero tendrá que cambiar las leyes que hoy los condenan. Porque, como advirtió Litvin, “el proceso ya es una condena en sí mismo”.
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