En el siempre dinámico escenario financiero, donde la incertidumbre parece ser la única constante, especialmente cuando se mira desde nuestra querida Argentina, es inevitable levantar la antena cuando los grandes jugadores del norte empiezan a mostrar un optimismo contagioso. Y no hablamos de un entusiasmo tibio, sino de proyecciones que pintan un panorama alentador para uno de los termómetros más observados de la economía mundial: el S&P 500. Este índice, que agrupa a las 500 empresas más grandes de Estados Unidos, es mucho más que un número en una pantalla; es un reflejo de expectativas, de confianza empresarial y, para muchos, una brújula que puede orientar decisiones de inversión más allá de sus fronteras.
Resulta que, tras un período de recuperación que llevó al S&P 500 a coquetear nuevamente con sus máximos históricos, un coro creciente de estrategas en Wall Street argumenta que la fiesta bursátil tiene cuerda para rato, sugiriendo que aún queda espacio para crecer y que el techo está más lejos de lo que algunos agoreros predecían.
Este renovado brío no surge de la nada, sino que se apoya en análisis profundos y en un cambio de vientos en factores que hasta hace poco generaban más de un dolor de cabeza. Pensemos, por ejemplo, en la cuestión de las tarifas comerciales. Durante un tiempo, la escalada arancelaria, especialmente la impulsada por la istración Trump, fue una nube negra que amenazaba con descargar una tormenta sobre las ganancias corporativas. Sin embargo, la percepción actual es que la sangre no llegará al río.
Bankim Chadha, estratega global jefe de Deutsche Bank, es uno de los que ha revisado al alza sus pronósticos para el S&P 500, precisamente porque considera que los lastres directos e indirectos de las tarifas sobre las ganancias se han encogido significativamente. Es más, este estratega acuñó una expresión bastante particular para describir la confianza del mercado en que, si la cosa se pone muy fulera por las tarifas, la istración daría marcha atrás: el "TACO trade", acrónimo de "Trump Always Chickens Out" ("Trump siempre se acobarda"). Esta idea sugiere que la reacción del mercado es un factor disuasorio poderoso, capaz de moderar las posturas más proteccionistas antes de que el daño económico o político sea demasiado grande. No pasa desapercibido pensar que la propia presión de los mercados puede moldear decisiones políticas de alto impacto.
Esta confianza se ve reforzada por la evolución de las estimaciones de ganancias por acción (EPS). Cuando los analistas, esos profesionales que se dedican a escudriñar los balances y las perspectivas de las empresas, comienzan a revisar al alza sus proyecciones de beneficios, es una señal potente. Mike Wilson, director de inversiones de Morgan Stanley, señaló que históricamente, cuando las revisiones de las estimaciones de ganancias muestran una inflexión positiva, como estaría ocurriendo ahora, el S&P 500 ha tendido a registrar subidas importantes en los doce meses siguientes.
Imaginen que ustedes son dueños de un negocio local, una pyme pujante en la provincia; si sus contadores y asesores empiezan a ver números más optimistas para el próximo año, ¿no sentirían un envión anímico y una mayor predisposición a invertir o expandirse? A gran escala, eso es lo que sucede en el mercado. Las empresas, al fin y al cabo, son el motor de la economía, y sus beneficios esperados son el combustible del optimismo bursátil. Un ejemplo palpable de cómo las expectativas de ganancias impactan en la valoración lo vemos constantemente en gigantes como Apple o Microsoft; un trimestre con ganancias por encima de lo esperado puede disparar sus acciones, mientras que una decepción puede provocar caídas abruptas.
Otro factor que alimenta este optimismo es el sentimiento del inversor y la cantidad de capital disponible. Tom Lee, de FundStrat, destaca que a pesar del rally, el sentimiento de los inversores individuales, medido por encuestas como la de la American Association of Individual Investors, no se ha recuperado del todo. Esto, que podría parecer contradictorio, es interpretado por algunos como una señal de que todavía hay margen para que más inversores se sumen a la corriente alcista. Además, existe una cantidad sideral de dinero, se habla de más de siete billones de dólares, estacionado en fondos de mercado monetario (money market funds). Este "efectivo en la barrera", como se le suele decir, podría ser desplegado hacia el mercado de acciones si la confianza sigue creciendo. Es como tener a muchos jugadores con fichas en la mano esperando el momento justo para apostar en la mesa. Como bien dijo Warren Buffett, uno de los inversores más exitosos de todos los tiempos: "Sé temeroso cuando otros son codiciosos y codicioso cuando otros son temerosos". Si el temor aún no se disipó por completo, quizás quede espacio para que la codicia (en el buen sentido inversor) tome la posta.
La volatilidad del mercado, medida a través del índice VIX (conocido popularmente como el "índice del miedo"), también ha jugado su partido. Cuando la incertidumbre sobre la política comercial estaba en su apogeo, el VIX reflejaba esa tensión. Sin embargo, a medida que las aguas se han calmado y los movimientos en las tasas arancelarias efectivas de EE. UU. ya no son tan agresivos, la volatilidad ha tendido a disminuir.
Mike Wilson lo explica claramente: aunque la incertidumbre sobre el resultado final de las tarifas persiste, el ritmo de cambio de los vientos en contra de la política comercial se ha vuelto mucho menos oneroso. Esto, a su vez, reduce la percepción del riesgo de recesión y otorga a empresas y consumidores una mayor confianza en las perspectivas futuras. Pensemos en cómo la estabilidad, o al menos la percepción de una menor inestabilidad, impacta en las decisiones de inversión a largo plazo. Cuando el panorama es menos borroso, es más fácil animarse a proyectos que requieren mirar más allá del cortísimo plazo.
Para quien está en la trinchera del día a día, gestionando un emprendimiento, asesorando clientes o formándose para los desafíos del futuro en nuestras universidades, esta información del norte puede parecer lejana, pero no lo es tanto. Entender las dinámicas que mueven a los mercados globales es fundamental, incluso para tomar decisiones financieras personales o empresariales a escala local. La interconexión es innegable. Lo que sucede con el S&P 500 no define directamente si a la panadería de la esquina le irá mejor o peor, pero sí influye en el clima de negocios global, en el flujo de capitales y, en última instancia, en las oportunidades y riesgos que enfrentamos aquí. La clave no está en replicar ciegamente lo que hacen otros, sino en comprender los fundamentals que subyacen a estos movimientos. Peter Lynch, otro legendario gestor de fondos, solía decir: "Invierte en lo que conoces". Ampliando esa idea, podríamos decir: "Entiende cómo funciona el mundo financiero para tomar mejores decisiones sobre lo que conoces y en lo que inviertes".
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